Ser mujer y sobrevivir a los hoolingans
Hace unos días llegó a mi correo la denuncia de una chica que sufrió una agresión sexual en Barcelona, la noche que el Barça celebraba su victoria en la liga.
Un hecho irrelevante para nadie excepto para ella, una de tantas agresiones sexuales que sufrimos diariamente las mujeres. Ellos, los machos, se permiten opinar sobre nuestro cuerpo. Nos tocan y tantean como si fuéramos fruta para comprobar el estado de madurez. Un maltrato que se sale del ámbito de las relaciones personales. En los espacios mixtos siempre tienes que mirar por tu seguridad porque probablemente hay un agresor esperando la mínima para actuar. Y estos machos ni siquiera son conscientes que son maltratadores.
Ojo, y no creo que sean neomachistas, son los machistas de siempre. Tampoco que se pueda hablar de micro machismos, porque la agresión no es ínfima sino enorme, tan grande que te causa una conmoción que tardará en desaparecer y en muchos casos dejará secuelas. Voy por la calle y tengo que aguantar que me violenten. Estoy en un local sola y me entran a ligar, dando por sentado que busco sexo. Qué asco!
Maltratadores que invaden nuestra intimidad y nos hacen sentir inseguras, miedosas. Al contrario de lo que se piensa, cualquier mujer con independencia de su edad, aspecto o condición está expuesta a ser agredida sexualmente. El corto “Ella soy yo”, de la directora Anneli Ström Villaseca, lo refleja perfectamente. (*)
Mientras leía el relato de la agresión sexual sufrida por esta chica podía ponerme en su lugar, en su piel. Por eso pensé que transcribiendo sus palabras quizás contribuiría a que su denuncia llegue algo más lejos.
“A las 22.45 yo estaba andando hacia mi casa. Casi no habían autobuses. Empecé a escuchar coches silbando, la guardia urbana y helicópteros. No sabía qué pasaba. Una pareja de turistas escoceses iban andando como yo porque no había servicio de autobuses. Me dijeron que el Barça había ganado la liga. Andamos un buen rato y pregunté a la Guardia urbana donde podía coger un buzo. Prueba suerte en pl. Universidad. Mientras seguía andando -ya sola- iba pensando que toda esa tetosterona se podría emplear en huelgas y manifestaciones.”
Fútbol, fútbol, fútbol. Deporte de masas. Sí, pero de masas masculinas. Tetosterona pura, deporte de y para hombres. Aunque la afición femenina y los equipos de mujeres también existan, son invisibles. El machismo se perpetúa en el fútbol en todas sus formas. Hace unos meses hemos asistido a espectáculos vergonzosos de apología de la violencia machista coreada por el Betis. O en los estadios de Granada, Melilla o Cádiz.
Alrededor de los campeonatos se mueven negocios de prostitución. Cualquier cosa vale. En este contexto, seguidores violentos se creen con derecho a todo. Por supuesto a abusar de una chica que anda sola porque con tal celebración no hay autobuses. Machos que pasean por una ciudad sin ley, sin barreras para actuar.
“Intenté cruzar por c/ Pelai y había una barrera policial de los Moos de Escuadra. Pregunté si podía cruzarla para atajar por el Arrabal y un agente me respondió que no, que diera la vuelta al Triángulo o bajara por las Ramblas.
Le pregunté: Por las ramblas? con toda esa pandilla de hooligans?! Bien… hooligans. Esto es una fiesta pacífica, me contestó. Le dije que no tenía nada de pacífica, que más abajo estaban quemando cosas. Y me fui indignada, dispuesta a rodear el edificio de CC Triángulo.”
Sola y mirando por tu seguridad porque las fuerzas del orden están en otras cosas. Pensando que tenemos derecho a ir donde y cuando nos doy la gana. Pero no, siempre hay un pero que nos oprime…
“Cuando andaba aproximadamente por Plaza Cataluña me crucé con un grupo de hombres de entre 25 y 35 años de raza blanca que me rodearon mientras llamaban «UUUUUU». Me acorralaron y me agredieron sexualmente tocándome las tetas, el culo. Uno de ellos metió su mano en mis pantalones para tocarme los genitales.
Yo reaccioné dándole un manotazo a este. Hombre de unos 30 años aprox. Raza blanca. Pelo negro corto. Vestido con algo que podría ser una sudadera azul marino, pero que tampoco puedo precisar. Al resto ni los vi, ni sabría precisar cuántos eran, ni sus caras ni su ropa. Pero supongo que traían camisetas del Barça, como todo el mundo que había por allí.
Ni siquiera sé como era su idioma, porque solamente llamaban «UUUUUU», «UUUUUU», «UUUUUU».
Salí corriendo e insultándolos. Allí había muchísima gente. Y nadie se molestó a preguntarme si me pasaba algo.”
Vergüenza, rabia y asco cuando leo este relato de los hechos. Asco de machistas violentos que pueden hacer estas cosas porque se lo permite una sociedad que calla e ignora. Que les aplaude. Ellos tienen derecho sobre nuestro cuerpo. Son tios.
“Corrí hasta llegar a la barrera policial de c/ Bergara. Llegué con el paso muy acelerado, llamándole a los agentes y los pregunté donde podía poner una denuncia porque me acababan de asediar sexualmente. Al principio no entendían nada. Yo estaba muy nerviosa y ni siquiera era capaz de coordinar las frases. Me atendieron, me abrieron la barrera, me dejaron desahogarme un rato y fumarme un pitillo.
Quería denunciar porque quedara constancia de este tipo de sucesos en estas fiestas «tan pacíficas» que el Ayuntamiento de Barcelona permite, promociona y aplaude. Me acompañaron a hablar con tres agentes, dos hombres y una mujer. Me recomendaron que fuera a la comisaría de Nuevo de la Rambla o la de Pl. España, las más cercanas a mi domicilio. Yo los expliqué que sólo quería irme a casa. Que no había utilizado el Bicing porque tenía frío para ir en bicicleta y que iba andando porque no había autobuses.”
Cuando además de la intimidación verbal se pasa a la agresión física, las secuelas físicas y psicológicas son tremendas. Es indignante que el exhibicionismo o los tocamientos -siendo formas de violencia machista- sean tolerados e incluso justificados socialmente. Eras tú la que has provocado por traer determinada ropa, te has atrevido a pasar por determinado lugar o a determinadas horas, te gusta que te digan piropos o que te toquen el culo.
“Sobre las 23:34 iba ya andando hacia mi casa por Ronda Sant Antoni. Hablando por teléfono con mi hermana explicándole el ocurrido. Llorando. Llorando mucho. Pasadas las 23:53 llegué a mi casa. De donde todavía no he salido. Y dónde sigo llorando.”
Al día siguiente El País reseñó algunos de los hechos violentos de estos hoolingans, pacíficos según el policía. En todo caso, ni una palabra de las agresiones sexuales que tuvieron que sufrir ésta y -con seguridad- más mujeres.
Macu Gimeno Mengual
(*) Ganador en la VIII Edición cortometrajes por la igualdad, dirigidos y coordinados por Paqui Méndez. Se pueden solicitar DVDs en cortosigualdad@gmail